Dicen que el trabajo más ingrato del mundo son las tareas del hogar –realizadas históricamente y fundamentalmente por mujeres–, siendo una labor abnegada y voluntaria esclavitud. Aunque no al mismo nivel, pero también escasamente considerado, el enorme trabajo de aquellas personas que se dedican a planificar y gestionar emergencias.
En abril de 2015, un ferry procedente de Mallorca y con destino en Valencia, cuando estaba en alta mar, sufrió un pavoroso incendio en el garaje de los vehículos que transportaba. El resultado: todo el pasaje evacuado y cuatro heridos por inhalación de humo. Un rescate harto difícil que, obviamente de noche y con mal tiempo podía haber sido mucho peor, tuvo un resultado excelente.
Si un incendio en un garaje en tierra es especialmente complicado, con miles de litros de combustible altamente inflamable almacenados en los depósitos de cada uno de los vehículos, en alta mar, con los vehículos aparcados en muy poco espacio y sin posibilidad de una evacuación sencilla, el escenario puede ser de pesadilla.
Los planes de emergencia del propio barco y la planificación de la asistencia por parte de los medios externos funcionó con eficacia. Los medios demostraron ser los adecuados y la formación y entrenamiento del personal, la correcta. En fin, un éxito.
Pues bien, los titulares de prensa, obviamente minúsculos en comparación con los que hubieran resultado de haber habido un considerable número de heridos o de fallecidos, destacaron sobre todo las quejas de los pasajeros por las molestias o por lo endeble de los botes salvavidas…
Los culpables de todo
Si durante un fin de semana de invierno, debido a la situación meteorológica se suspenden las actividades de deporte escolar, todo el mundo se queja por las molestias que causa el aplazamiento, eso sí, si no se decreta la suspensión y hay un accidente de autobús cargado de jugadores de categoría alevín de un equipo de fútbol, todo el mundo parece tener claro a quién echar la culpa.
Me pedía el otro día el responsable de seguridad de un empresa afectada por la Directiva Seveso, situada en un cauce con un largo historial de inundaciones que, por favor, transmitiera al servicio de Atención de Emergencias su felicitación por el eficiente servicio de avisos de alertas de avenidas de agua que recibían por medios electrónicos. Le dije que lo haría y que lo haría en público… y en ello estoy.
Nosotros, por nuestra parte, estamos valorando cómo aprovechar los datos que Euskalmet vierte en un increíble servicio de seguimiento en tiempo real de este mismo asunto en su página web, para generar un servicio de alerta temprana para las empresas en las cercanías de cauces inundables, de modo que puedan ser aprovechados por todas las empresas, no solamente las Seveso.
Ni los responsables y técnicos de Atención de Emergencias de Euskadi ni yo estaríamos haciendo bien nuestro trabajo si no peleáramos y discutiéramos de vez en cuando. No obstante, es de justicia reconocer que, por suerte para la industria y la ciudadanía vasca, desempeñan de forma notable un trabajo muy difícil. Y, sí, muy probablemente, el más ingrato del mundo.