La política tiene razones que la industria no entiende

Luis Blanco Urgoiti – Secretario General – 22/10/20 – 

Hoy quería hablarles de energía, de eficiencia energética, pero, permítanme primero una cita pedante del primer formulador de la ley de los vasos comunicantes: Blaise Pascal (Clemont-Ferrand, 1623 – París, 1662) fue un “da Vinci” francés del siglo XVII, brillante en muchas disciplinas, que destacó especialmente en la física y las matemáticas. Inventor de la “Pascalina”, la primera calculadora mecánica de la historia, y que, tras una profunda crisis vital que le hizo abrazar la fe católica de manera fervorosa, despuntó en la filosofía y la teología.

Tras una vida dedicada a la ciencia, se asomó intelectualmente, armado solamente con la razón, al profundo barranco que se abre ante preguntas como “¿tiene la vida algún sentido?”, “¿dónde estamos antes de nacer y después de morir?” y, por supuesto, “¿es posible tener la certeza de la existencia o de la inexistencia de Dios?”:

“Como no sé de dónde vengo, no sé a dónde voy; y solo sé que al salir de este mundo caeré para siempre o en la nada, o en las manos de Dios […] Este es mi estado, lleno de debilidad e incertidumbre.”

Abrumado, su conclusión fue que la razón humana no es capaz de comprender lo infinito y que solamente la fe puede calmar esa desazón. Por eso escribió su más famosa frase: “Le cœur a ses raisons que la raison ne connaît point” que suele citarse, no hablando de religión, sino de romanticismo como: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, para preguntarse: ¿Son incompatibles la fe y la razón?

Mi pregunta hoy es más prosaica: ¿son incompatibles la industria y la política?… pues, ¿qué quieren que les diga?, con casi la misma desazón que Pascal, les tengo que decir que no lo sé, pero que, a veces, lo parecen.

Permítanme un ejemplo con la regulación de la eficiencia energética.

Ya les he contado muchas veces que, con la legislación, al fin y al cabo, la más importante herramienta de la que se vale la política para transformar la sociedad, más concretamente con la legislación técnica, la industria tiene una sensación compleja, casi contradictoria.

Por un lado, es interesante tener certezas. Saber, con una razonable dosis de certidumbre, cómo nos exige la Administración que gestionemos nuestra empresa porque, al fin y al cabo, si la Instrucción Técnica Complementaria correspondiente dice que la pared del almacén tiene que ser así, da tranquilidad no tener que decidir otra cosa que, simplemente, sea así.

Pero, claro, ese determinismo, esas precisiones limitan la capacidad de la industria para hacer las cosas de una manera diferente. Esa seguridad que da saber que nadie nos podrá reprochar nada, nos impide innovar y utilizar una vía diferente, que incluso nos podría llevar a hacer las cosas mejor, pero como la ley no la contempla, no nos sirve.

En la gestión de la Seguridad Industrial, del Medio Ambiente, incluso de la Seguridad Laboral, muy a pesar de la amplitud del margen de gestión que quiso permitir la Ley 31/1995 de prevención de Riesgos Laborales, estamos acostumbrados a que reales decretos, órdenes ministeriales o instrucciones técnicas complementarias de todo pelo, cuando no, directamente, remisiones a normas UNE, nos marquen carriles muy estrechos. Es lógico, pues, al fin y al cabo, dado que el carácter de externalidad económica que marca a estas facetas del negocio hace que la tentación de escatimar sea muy fuerte.

Pero últimamente la política ha ido un paso más allá y se ha metido en un campo de la gestión industrial en el que nunca había necesitado entrar. En el que, sinceramente, creo que está un poco de sobra. En AVEQ-KIMIKA, a este tema de gestión lo hemos llamado simplemente “Energía” pero, en realidad, deberíamos llamarlo “Eficiencia Energética”.

Es bien cierto que las Directivas Europeas comenzaron en la década pasada a marcar objetivos de eficiencia energética los estados miembros y que, sin duda, una buena parte del consumo energético de aquellos, para bien y prosperidad de los europeos, es cosa de la industria y así, los estados, no solamente el español, han traspasado obligaciones a los sectores productivos de la construcción, el transporte y la industria.

Y, aquí estamos, una vez más, trabajando codo con codo con nuestros aliados de EDE Ingenieros, preparando un curso para explicar a la industria con qué y cómo tendrá que formar a su personal para que sean capaces de operar con eficiencia energética sus máquinas e instalaciones. Explicando a la industria algo que lleva décadas haciendo, pero que, en breve será encarrilado por la normativa, pues aún trabajamos con borradores. Normativa que se permitirá decirnos, casi casi, que la industria lo ha estado haciendo mal y que debe hacerlo de otro modo.

La ciencia económica ofrece menos certezas que la física o que las matemáticas, pero, seguro que alguna más que la teología. Aunque tengo, como todo el mundo, mis creencias y mis increencias, yo no me atrevería a afirmar qué hay después de la muerte, pero ¿en serio que hace falta preguntarse cosas tan simples como las que este nuevo campo normativo pretende?, ¿hace falta imponer obligaciones de gestión a la industria en eficiencia energética?, ¿no debería la política entender, simplemente, que tras superar la enésima crisis, la industria que no es capaz de gestionar su consumo energético con eficiencia simplemente cierra?

En fin, no me queda más remedio que convocarles al curso que ofrecemos para el próximo día 30. Yo asistiré y, si nos acompañan, quizás nos quede tiempo para, cumplidas las explicaciones sobre las menudencias de gestión en breve obligatorias, hablar, de verdad, de eficiencia energética.

Plan de Formación KIMIKA:

Elaboración del Plan de Sensibilización al personal en materia de energía (Art.49, Ley 4/2019)

Simultáneo presencial y on-line: 30 de octubre, 09:30 h – 13:30 h

Más información: 

KIMIKA 20-60 16-10-20 Curso KIMIKA Plan Sensibilización Energías

 

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