In itinere (Flores en la Carretera)

Querida Ana,

En primer lugar, quería darte las gracias, a ti y a todos los de la empresa, por venir al funeral de Iñaki el otro día. Creo recordar que viniste a darme un beso a la salida, pero tengo esos días un poco borrosos y no estoy segura de haberte dado las gracias de palabra.

De todos modos, pasados ya unos días, quería también agradeceros como os habéis volcado en ayudarnos con los trámites y el papeleo. Lo cierto es que, en casa, todas esas cosas las llevo yo, pero la impresión ha sido muy fuerte y me hubiera sentido un poco perdida sin vuestra ayuda. Díselo a Javi, creo que es el jefe de administración, o le reenvías este mensaje, que no tengo su email.

Lo peor de todo ha sido la sorpresa, lo imprevisto que ha sido todo. La mañana del accidente, nos despedimos discutiendo, medio en broma, medio en serio, como tantas veces, con las prisas y el estrés habitual.

Ese preciso día, discutíamos porque yo le insistía siempre en que no podía conducir como conducía, que no podía ser que fuera siempre a esa velocidad, siempre con prisas, usando el móvil a todas horas y acelerado a todos sitios.

Recuerdo que aquella mañana, mientras Nahia y Kerman desayunaban, le dije que había leído un artículo sobre el uso del móvil conduciendo que decía que, si bien estaba permitido hacerlo con el “manos libres”; discutir, hablar de temas intensos de trabajo, con clientes o compañeros, distraía demasaido de la conducción y que no era recomendable.

Iñaki, ya sabes cómo era, me respondió riendo que él no se distraía, que eso eran tonterías y que sólo faltaba que ahora prohibieran también hablar con el “manos libres”.

Cuando llegué al hospital estaba allí Cristóbal. Le vi con lágrimas en los ojos, tan grande y alto como es él, ya supe qué Iñaki había muerto. No hizo falta que nadie me lo dijera.

– Lo siento tanto, Maite, estábamos justo hablando por teléfono de una reunión con un cliente que teníamos y, de repente, dijo un taco y… se oyó un ruido y… se cortó… y…

No pudo seguir hablando y me abrazó. Yo no fui capaz de decir nada, sólo era capaz de pensar que mis lágrimas le mojaban la hombrera de su chaqueta.

Estoy segura de que ya se lo dije en el funeral, pero, por favor, dile de mi parte a Cristóbal que no se sienta culpable. ¿Lo harás?… tal como era Iñaki, tal como conducía cuando iba o venía a trabajar, podía haber sucedido en cualquier otro momento.

Es curioso, y triste a la vez, hoy, al volver del pueblo, los niños y yo hemos cogido una semana de vacaciones y hemos estado en el pueblo, con mis padres, Kerman, que todavía no tiene cuatro años, al subirse al coche me ha dicho:

– Ama: no vayas rápido, que aita tuvo que ir al hospital por correr con el coche.

Supongo que habrá oído conversaciones porque, el caso es que, Iñaki, cuando íbamos con él en el coche, era mucho más cuidadoso y prudente. No sé si porque yo le insistía tanto o porque Nahia, más o menos desde que hizo los 9, le vigilaba intensamente desde el asiento de atrás. Supongo que, tal vez, la responsabilidad de llevar a su familia en el coche le hacia ser más prudente que cuando iba solo… y fíjate ahora.

Nahia me preocupa un poco. Es una niña muy seria y muy responsable. Exterioriza muy poco las emociones, pero creo que eso es casi peor. El accidente de su padre le ha afectado mucho, de hecho, ahora, cuando se monta en el coche apenas habla, solamente responde con monosílabos, mira atenta la carretera y no se distrae con nada.

En fin, para acabar, que no quiero alargarme mucho contándote mis penas: además de para darte las gracias, te escribía para ofrecerte mi ayuda, si lo crees necesario.

Un par de semana antes del accidente, Iñaki me dijo que habíais puesto en marcha una campaña de conducción segura y concienciación. Me explicó que, trabajando a partir del plan de movilidad, ibais a poner medidas para favorecer el uso del transporte público para ir a trabajar.

Supongo que todos en la empresa se habrán enterado de la muerte de Iñaki y de las circunstancias en las que se ha producido, no sé qué más concienciación pueden necesitar, pero si crees que puede ser útil que vaya algún día por allí y les haga ver que Iñaki murió, precisamente, por no hacer caso a tus consejos, me costará un esfuerzo grande, pero estoy dispuesta a hacerlo. No quiero que ninguna de vuestras familias pase por lo que nosotros hemos pasado.

Poco más. muchas gracias otra vez y dale las gracias a todos los compañeros y compañeras. Para Iñaki erais su segunda familia.

Un beso

Maite

—-

Querida Maite,

No he podido dejar de llorar mientras leía tu email. Te lo agradezco tanto y, de verdad, me admira tanto tu entereza.

Ya sabes lo mucho que quería yo a Iñaki. Es verdad que discutíamos mucho. Él, ya sabes cómo era, me vacilaba y se reía. Me decía: “Ya está la de prevención con sus cosas” o, incluso, “¡Oye!, que aquí estamos para trabajar, no para rellenar papelitos”, algo que de otro quizás me hubiera molestado, pero Iñaki lo hacía con tanta gracia que conseguía que todos me prestaran atención, además de que, luego, me consta que con sus chicos y chicas del equipo de trabajo, la seguridad la llevaba con toda seriedad.

Una de las últimas veces que hablamos, precisamente, lo hicimos de ti. Y, precisamente, fue con la campaña de riesgos “in itinere” a la que te referías.

En el comité de dirección presenté el proyecto e Iñaki, como siempre, empezó a preguntar en tono socarrón y dijo, y algo de razón tenía, que eso debería ser responsabilidad de cada cual, y que en esta empresa no trabajan menores de edad, que lo que cada uno haga con su coche debería ser asunto suyo.

Yo le expliqué, ¡qué ironía!, que opináramos lo que opináramos cada uno, la ley dice que la empresa debe preocuparse por cómo viene y cómo va la gente a trabajar y que eso hacíamos.

Y, bueno, en ese momento habló de ti – “Ya tengo a mi mujer dándome la lata con este tema y ahora tú. Me van a acusar de bigamia” – y nos reímos, claro, pero Jon, el gerente, le hizo callar con cierta gracia también: “Pues mira que bien, si no le haces caso a Maite, como deberías, se lo tendrás que hacer a Ana”.

¡Jo, Maite, lo siento tanto! Siento tanto no haber sido capaz de convencerle a tiempo…

Respecto a tu ofrecimiento, muchas gracias, pero no te voy a hacer pasar por ese trago. Todos queríamos a Iñaki y todo el mundo está aquí muy impresionado. Todos, los que venimos en coche o los que venimos en autobús, pasamos cada mañana por el cruce en el que tuvo lugar el accidente. Creo que todos lo tenemos y lo tendremos muy presente y que, al menos durante bastante tiempo. No nos vamos a olvidar de él.

Me gustaría llamarte un día y pasar a visitarte o quedar a tomar un café. Si no te importa, claro.

Dale un beso a Nahia y a Kerman y, de verdad, si crees que podemos ayudarte en algo, en lo que sea, llámanos. Por favor.

Un beso

Ana

 

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